martes, 6 de mayo de 2014

Tarifa eléctrica



Cornerrollo mensual

Muchos piensan que el lenguaje nació de la necesidad de los humanos para comunicarse, y es innegable. Pero también es cierto que desde el momento en que fuimos seres conscientes de nuestra propia existencia, lo fuimos también de nuestra mortalidad y del poco tiempo del que disponemos.

Podríamos ir a un bar y pedir que, por favor, fueran tan amables de servirnos un café. Sí, podríamos. Pero para qué desperdiciar un tiempo precioso, un tiempo que no tenemos  en algo tan rutinario, si diciendo, un café, el mensaje queda igual de claro y nos ahorramos así seis preciosos segundos que podemos utilizar en algo tan trascendente como hurgarse la nariz.

El lenguaje, por tanto, nació para evitar la redundancia. Porque la redundancia reniega de la precisión. Cuanto menos preciso, más redundante. Cuanto más redundante mayor pérdida de tiempo. Y cuanta mayor pérdida de tiempo, más botellas de Just For Men y caderas de titanio.

Y es por eso que nunca viviría en una casa con sala de estar.

No se trata de esnobismo (no seré yo quien evite la necesidad de algún lector de regalarme una mansión. Mi correo electrónico aparece en las señas biográficas; en asunto, poner: Regalo casa, no es broma, no como gente) sino de ahorro temporal.

Toda casa está perfectamente delimitada. Puede tener dormitorio, comedor, cuarto de baño, cocina, estudio… habitaciones etiquetadas de tal modo que detallan a la perfección cuál ha de ser el uso que se haga de ellas. Eso no quita que puedas dormir en el comedor, comer en el dormitorio o hacer tus necesidades en la cocina, todos hemos pasado por una fase rebelde, pero al entrar en cualquiera de ellas sabemos cuál es su propósito.

Y entonces llegamos a la sala de estar.

¿De qué va? ¿Qué se espera de ella? ¿Qué se hace allí? ¿Su imprecisión tiene algo que ver con el libre albedrío? ¿Se trata, por tanto, de una elección personal? ¿Es su propósito, el que cada propietario determine cuál ha de ser su uso? ¿Será la sala de estar triste? ¿La sala de estar feliz? ¿La sala de estar en silencio? ¿La sala de estar desodorado?  

¿Veis? Incluso escribiendo sobre ella se pierde tiempo. Y eso que no hemos tocado temas más profundos. Quizá es la sala del pensamiento trascendental. La sala de estar, la sala de ser. La sala donde debemos ser conscientes y hacernos las preguntas fundamentales. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?  ¿Qué será de las siestas sin poder ver en Xplora “Cuerpos Embarazosos”?

Como siempre que tengo una duda, acudo a los guardianes de la Wiki sabiduría Universal. Allí leo que proviene del término Inglés, Living Room, Sala de estar viviendo. A parte de confirmar la mala costumbre Española de traducir como le da la gana los títulos de películas (mención honorífica en este apartado para el traductor, y su marihuana, de The Searchers  - Centauros del desierto) tampoco deja muy claro cuál es el propósito de la denominación anglosajona, pues respirar y vivir, queramos o no, lo hacemos en todas las habitaciones.

Leo más abajo (mi habilidad con el ratón resulta estremecedora), que es una habitación dedicada a recibir visitas, leer, ver la televisión o realizar otras actividades. ¿En serio? ¿Eso es todo? ¿Para eso sirve? ¿Y a nadie se le ocurrió nada mejor que sala de estar? De un solo estornudo tengo tres nombres mejores. Sala de Pasatiempos. Sala Lúdica. Sala de ocio. ¡Achís! Sala recreativa. Así de fácil.

Quizá el problema resida en esa coletilla “otras actividades”. Quizá el autor pensaba en depravaciones que no tenían el nivel necesario para ser declaradas lúdicas. O quizá sólo fueran lúdicas para uno de los dos (tres, cuatro, cinco… La depravación no tiene número) participantes, y en viéndose en la imposibilidad de precisar el tipo de acción que llevar a cabo, decidió emplear un nombre abierto, como el final (y el principio) de Instinto básico.

No, amigos. La precisión en el lenguaje no debe ser tomada a broma. La redundancia acecha. El tiempo se acaba. Y hay demasiado que hurgar en la nariz.

¡Un abrazote!


P.D. Este texto sí que ha sido redundante. Vigilad vuestras canas. 
(RISA DE MALO+TRUENO)

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