sábado, 28 de diciembre de 2013

28 / 12 / 13

Debo ser raro, porque nunca he hecho ni intentado hacer una inocentada. Eso no quiere decir que no haya gastado bromas, pero siempre me ha parecido un poco estúpido intentarlo el único día del año que la gente está alerta y preparada para recibirlas. 

Por otro lado, está el tema de la broma en sí. Veamos, poner un petardo en el asiento de una abuela, no es una broma. Es una putada. La broma ha de ser sutil, ingeniosa e inteligente. Globos de pedorretas. Cubos de confeti encima de la puerta, tinte de color para el perro... No son bromas. Son chiquilladas.

Bueno, pues si tanto sabes, dinos tú alguna broma, eh, chulito, venga, a ver qué tienes, eh. Pues fácil. Una broma no es un suceso instantaneo. Es como las pelis de terror. Una mala película te asusta a golpe de subida de música puntual. una buena película, te tiene aterrado desde el inicio hasta que te pega el susto definitivo.

Por ejemplo, anuncio que habrá una pequeña subida de la luz. Ya me tienen atrapado. Después realizo una subasta energética y la subida se dispara. Estoy cardíaco, a punto de gritar y volver a comunicarme con tam-tams, Después anulo la subasta. Suspiro de alivio y dejo de recolectar gotas de sudor frío en tarros para tener algo que beber en el futuro. Entonces me espero, me espero, me espero y el día 1 de Enero. ¡Kazam! lo vuelvo a subir lo que me sale de las urnas. 

Esa, esa es una broma como mandan los cánones. Implantación, progresión, incremento, relajación y bomba final. A ver si aprendemos.

¡Un abrazote!

P.D. ¿De verdad alguien se lee estos rollos que suelto? ¡Inocentes!




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