viernes, 14 de febrero de 2014

14 / 02 / 14




Ayer me resultó imposible publicar las viñetas del día. Resulta que, después de todo, tengo algo en común con el ministro Wert; problemas de agenda. Claro que lo mío es un problema puntual y se cura con un par de ibuprofenos. La estupidez, por desgracia, es crónica para algunos individuos.

Hoy quería dedicar el cornerrollo a San Valentín (lo merece) pero como me había comprometido a terminar mi manual de supersexing para mujeres, y las amenazas de muerte y los piropos superlativos que me habéis hecho llegar son gasolina súper (de la cara) para mi organismo, aquí tenéis, recién salido del teclado manchado de café de mi mesa…

Manual (sin ninguna garantía, sin ningún éxito del que presumir, sin ninguna prueba de que se haya probado) del Supersexing. Volumen II. Mujeres.

Muchos (sobretodo muchas) se estarán preguntando, qué sabrá este hombre de cómo deben ligar las mujeres. La respuesta es más que obvia. Ninguna. Soy un analfabeto del ligoteo en general, pero un buen observador de la naturaleza. Soy el Félix Rodriguez de la Fuente del comportamiento humano (sin sangre y sin música bailoteable como cabecera)

Para empezar, un consejo de vestuario. Olvidad las camisetas que realzan vuestra figura, los tacones, las chaquetas que acentúan las curvas, esos vestido con el qué incluso los fulares quedan bien, las sombras de ojos de mirada penetrante, los colores chillones atrapamandriles en los labios. Sí, pueden ser estratagemas que ayudan en cualquier otro lugar, pero en el supermercado, están destinadas al fracaso. 

Somos animales de costumbres, y cualquier actitud fuera de lugar, en vez de atracción, provoca recelo. Si un hombre se encuentra a una mujer vestida de sábado noche en un supermercado, siendo ese día cualquier otro de la semana que no sea precisamente un sábado noche, pensará antes en robos, timos, peligro, adicción o Gremlins que en un intento de seducción. Por tanto, sé tú misma. Viste cómoda (pero no tanto como para indicar que vives con 30 gatos que se comerán los restos de tu cuerpo cuando nadie te encuentre en tu piso), informal. Tu meta es la compra. La seducción una graciosa casualidad.

No hace falta que conduzcas un carro todoterreno. Nadie (hablo del género masculino), repito, nadie se fijará en tu compra. Ya puedes colocar los productos necesarios para fabricar una bomba casera que ningún hombre reparará en ello. Así que, por comodidad, utiliza el carrito perro faldero. 

En esto de la atracción, está claro que para gustos, colores. Pero no viene mal saber qué tipo de gente pulula por según qué secciones para que puedas dibujar tu propio mapa de caza.

En la sección de bollos, chocolates y caramelos varios encontrarás a dos tipos bien definidos. Por un lado, el hombre para el que el chocolate es el equivalente a una muñeca hinchable. Todas sus frustraciones diarias, sexuales o no, se diluyen entre cacao en polvo, gominolas de colores, madalenas rellenas y ensaimadas de crema que acaban con un high five (o en cristiano, un rechupeteo de dedos, del pulgar al meñique, después de cualquier deglución)

Por otro lado, encontrarás al chocolatero exigente, aquel que se cuida tanto que, para él, elegir la golosina adecuada, aquella que se permitirá comer después de días de abstinencia, ha de ser una experiencia casi mística. Pasará minutos enteros dudando entre dos productos hasta que, finalmente, y con gran pesar, dejará uno de ellos en el estante.

La sección de congelados es un mundo aparte. Aléjate de aquellos que sólo acceden a este pasillo cuando hay mujeres. Son científicos salidos que sólo desean conocer, admirar e incluso rozar de manera “involuntaria”, el resultado de la acción que el frío extremo provoca en los senos femeninos (para aquellas que se escandalicen, sí, lo he visto en segunda persona).

En esta sección encontrarás a estudiantes, solteros sin experiencia culinaria recién salidos de las faldas de sus madres, adictos al trabajo y futboleros extremos (de los que miran, no de los que juegan)

La sección que da más juego, por supuesto, es la de las verduras. Suele ser una zona de paso primaria de todo supermercado y, las actitudes de las presas, más claras y contundentes. 

Si pasa por la frutería como si huyera de la sección de perfumería del corte inglés, esquivando el brócoli como a los lanza muestras, estás ante un carnívoro convencido. No tiene nada de malo, como ninguno de los nombrados hasta ahora, pero suele ser un maniático con la comida. Está también el hombre fruta. Cargará peras, manzanas, naranjas y papayas hasta los topes. Es un hombre sano, que se cuida mucho y, atentas, que quiere que su pareja se cuide de la misma forma que lo hace él. Así que, si lo eliges, prepárate a comer mango (ay, qué juego de palabras más desafortunado). 

Otro espécimen interesante es el que observa las verduras como si intentara descifrar el código genético que une a humanos y animales. No sabe la diferencia entre una col y una lechuga y se nota. No es un hombre peligroso, pero sí un preguntador. Si te alteran los hombres que te preguntan cada cinco segundos, en cualquier situación, ¿estás bien? ¿Y ahora? ¿Mejor así? Evítalo sin dudarlo.

El contacto físico directo es desaconsejable. El hombre huirá como el ciervo que escucha el crepitar de una rama en un bosque silencioso. Todo contacto debe hacerse de manera casual. Las manos pueden tocarse al intentar coger un producto (coqueteo de alto nivel), roces sutiles en pasillos abarrotados o contactos en el subsuelo de los estantes donde prima el equilibrio.

Una de las estrategias más exitosas es la de la botella de agua de 8 litros. Estaréis pensando ya está, la estrategia de la mujer desvalida que no puede con objetos pesados en pleno S.XXI. No. Todo lo contrario. El plan se desarrolla así. Si ves a alguien que te gusta, colócate justo delante de él. Llevarás tu compra en el carrito y la botella de agua justo al lado. Cuando sea tu turno, coloca tu compra en la mesa y “olvida” la botella de agua. 

Hay tres opciones: Primera. El hombre suda de tu olvido. Por lo que el tío no merece la pena. Dos. Te recuerda amablemente que te has olvidado el agua, pero no hace ningún intento por cogerla. Es buena gente, pero probablemente no esté interesado. Tres. No sólo te avisa sino que, además, sube la botella a la cajera. Ha mordido el anzuelo. Muestra interés y da pie a iniciar una conversación. Y si todo va bien, siempre te puede llevar la botella, muy pesada( sí, en pleno S.XXI), hasta casa. 

Hay muchas más estrategias, claro, pero lo fundamental es que escojas la que a ti te sirva siguiendo las advertencias que os he dado. 

Lo dejo por hoy que me he extendido el triple de lo habitual (qué me pasa con las mujeres que no puedo dejar de hablar de ellas)

¡Un abrazote!

P.D. Me alquilo como Dummy de pruebas para que probéis vuestras propias estrategias de supersexing. Interesadas mandad un mensaje con el super y la hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...