miércoles, 15 de enero de 2014

15 / 01 / 14

La asistencia a un funeral nunca es agradable. Desgraciadamente he acudido a unos cuantos, He observado la evolución de estos a lo largo de los años, y he podido confirmar un hecho bastante curioso.

Hablando de ello, un familiar esbozó una teoría que al principio me sorprendió, pero que, una vez alejado de los acontecimientos, comparto totalmente. 

La cuestión es que, aparte del evidente dolor, lloros y demás, se activó una corriente festiva de reencuentro, de charlas atrasadas, de chistes largamente guardados e inapropiados para el momento, que daban un aire surrealista a todo el acto. 

La teoría, me explicaba, es que ya casi no hay bodas, ni bautizos, ni comuniones con lo que ¿cuando se reencuentra la familia al completo? En los funerales. Y claro, hay que ponerse al día. Fotos de hijos, de nietos, de mujeres, de novios, vuelan de un lado a otro. Palmaditas, palmadas y agresiones en la espalda continuas. Invitaciones para hacer visitas, promesas que se incumplirán, parecidos razonables, cuchicheos jugosos, salidas y entradas en armarios... Todo el pack en mitad de un océano de dolor.

Ahora tan sólo hay que esperar a algún emprendedor que impulse la conga fúnebre y tendremos los funerales del S.XXI

¡Un abrazote!

P.D. Conozco a muchos hombres que no les importaría ser la pescadilla que se muerde la cola.



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