martes, 28 de enero de 2014

28 / 01 / 14



Soy un defensor del buen dormir, del sueño reparador, de los sueños en general y de los eróticos en particular. El descanso cerebral es la clave para una vida sana y plena.

Establecida mi postura, no acabo de entender el por qué de la obligación del sueño en pareja. Claro, hay amor, nos abrazamos, despertamos con mal aliento y pelo embrujado. Lo entiendo. Pero no estoy hablando de eliminar la intimidad, de habitaciones separadas o la supresión del erotismo con pijamas de felpa. Sólo hablo de dormir.

A no ser que tengas una cama tamaño XXL, las noches empiezan con un juego "Kamasutresco" en el que se lucha por conseguir la posición ideal de descanso. Puedes encajarte en modo Tetris por detrás. Lo cual nos deja con un desagradable almuerzo de pelos y la colocación del brazo imposible. Ya sabéis a cuál me refiero. El que queda debajo. ¿Lo sacas y lo colocas junto a su espalda? Provoca lumbago. ¿Por encima de la cabeza? Parece que estés durmiendo pidiendo la cuenta en un Bar. Y sí, siempre se te acaba durmiendo.

Probemos al revés. Ella se encaja tras de ti. Esos pechos que en cualquier otra situación diaria sólo provocan alegría y entusiasmo, se te clavan en la espalda como hastas de toro arqueándote de modo antinatural. El brazo por encima de tu cuerpo es agradable, peró según pasan las horas, parece que aumenta de peso hasta aplastarte.

Cada uno a un lado, entonces. Como dos boxeadores escupiendo sangre a un barreño en un ring. Sí, puedes conciliar el sueño, pero al sonar la campana; empiezan las hostilidades. Un movimiento en falso. patadas extraviadas, codazos sutiles...Todos orquestados con el simple propósito de desvelarte.

No me entendáis mal. Me encanta el contacto físico, las caricias, los mimos que te hacen estremecer. ,Pero acabado el juego: camas individuales.

¡Un abrazote!

P.D. Lo sé. Acabo de escalar seis posiciones en la escala de rancio.






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