Cornerrollo mensual
Muchos piensan que el lenguaje
nació de la necesidad de los humanos para comunicarse, y es innegable. Pero también
es cierto que desde el momento en que fuimos seres conscientes de nuestra propia
existencia, lo fuimos también de nuestra mortalidad y del poco tiempo del que
disponemos.
Podríamos ir a un bar y pedir
que, por favor, fueran tan amables de servirnos un café. Sí, podríamos. Pero
para qué desperdiciar un tiempo precioso, un tiempo que no tenemos en algo tan rutinario, si diciendo, un café,
el mensaje queda igual de claro y nos ahorramos así seis preciosos segundos que
podemos utilizar en algo tan trascendente como hurgarse la nariz.
El lenguaje, por tanto, nació
para evitar la redundancia. Porque la redundancia reniega de la precisión.
Cuanto menos preciso, más redundante. Cuanto más redundante mayor pérdida de
tiempo. Y cuanta mayor pérdida de tiempo, más botellas de Just For Men y
caderas de titanio.
Y es por eso que nunca viviría en
una casa con sala de estar.
No se trata de esnobismo (no seré
yo quien evite la necesidad de algún lector de regalarme una mansión. Mi correo
electrónico aparece en las señas biográficas; en asunto, poner: Regalo casa, no
es broma, no como gente) sino de ahorro temporal.
Toda casa está perfectamente
delimitada. Puede tener dormitorio, comedor, cuarto de baño, cocina, estudio…
habitaciones etiquetadas de tal modo que detallan a la perfección cuál ha de
ser el uso que se haga de ellas. Eso no quita que puedas dormir en el comedor,
comer en el dormitorio o hacer tus necesidades en la cocina, todos hemos pasado
por una fase rebelde, pero al entrar en cualquiera de ellas sabemos cuál es su
propósito.
Y entonces llegamos a la sala de
estar.
¿De qué va? ¿Qué se espera de
ella? ¿Qué se hace allí? ¿Su imprecisión tiene algo que ver con el libre
albedrío? ¿Se trata, por tanto, de una elección personal? ¿Es su propósito, el
que cada propietario determine cuál ha de ser su uso? ¿Será la sala de estar triste?
¿La sala de estar feliz? ¿La sala de estar en silencio? ¿La sala de estar desodorado?
¿Veis? Incluso escribiendo sobre
ella se pierde tiempo. Y eso que no hemos tocado temas más profundos. Quizá es
la sala del pensamiento trascendental. La sala de estar, la sala de ser. La
sala donde debemos ser conscientes y hacernos las preguntas fundamentales. ¿Quiénes
somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué será de las siestas sin poder ver en
Xplora “Cuerpos Embarazosos”?
Como siempre que tengo una duda,
acudo a los guardianes de la Wiki sabiduría Universal. Allí leo que proviene
del término Inglés, Living Room, Sala de estar viviendo. A parte de confirmar
la mala costumbre Española de traducir como le da la gana los títulos de
películas (mención honorífica en este apartado para el traductor, y su
marihuana, de The Searchers - Centauros del
desierto) tampoco deja muy claro cuál es el propósito de la denominación anglosajona,
pues respirar y vivir, queramos o no, lo hacemos en todas las habitaciones.
Leo más abajo (mi habilidad con
el ratón resulta estremecedora), que es una habitación dedicada a recibir
visitas, leer, ver la televisión o realizar otras actividades. ¿En serio? ¿Eso
es todo? ¿Para eso sirve? ¿Y a nadie se le ocurrió nada mejor que sala de
estar? De un solo estornudo tengo tres nombres mejores. Sala de Pasatiempos.
Sala Lúdica. Sala de ocio. ¡Achís! Sala recreativa. Así de fácil.
Quizá el problema resida en esa
coletilla “otras actividades”. Quizá el autor pensaba en depravaciones que no
tenían el nivel necesario para ser declaradas lúdicas. O quizá sólo fueran
lúdicas para uno de los dos (tres, cuatro, cinco… La depravación no tiene
número) participantes, y en viéndose en la imposibilidad de precisar el tipo de
acción que llevar a cabo, decidió emplear un nombre abierto, como el final (y
el principio) de Instinto básico.
No, amigos. La precisión en el
lenguaje no debe ser tomada a broma. La redundancia acecha. El tiempo se acaba.
Y hay demasiado que hurgar en la nariz.
¡Un abrazote!
P.D. Este texto sí que ha sido
redundante. Vigilad vuestras canas.
(RISA DE MALO+TRUENO)
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