Hoy es un Martes-Lunes de esos que te dejan descolocado el resto de la semana.
Han sido tres días de fiesta, has celebrado la segunda pascua (se celebre como se celebre) y vuelves a la ciudad descubriendo que se han dejado el horno abierto a 200º, que el aire ya no sopla y que de pronto todas las obras de la ciudad se ha iniciado a la vez a la puerta de tu casa. Así que entre excavadoras que producen un sonido muy similar a los trípodes de la guerra de los mundos (¡BRRRRRRRRRR! (pausa) ¡BRRRRRRRRRRRRR! (pausa)), la vibración de las ventanas y la mesa de trabajo y las gotas de sudor que hacen carreras para ver quién completa con mejor tiempo el rally sobaco-tobillo, te pones manos a la obra.
A los 5 minutos, el resto de gotas de sudor, aunque perdedoras, no desisten de completar la carrera (debe haber premio a la evaporación). Todas las emisoras de radio emiten el mismo programa (¡BRRRRRRRRRR! (pausa) ¡BRRRRRRRRRRRRR! (pausa)) y crees que en cualquier momento las ventanas van a descoyuntarse y que la mesa está poseída por un demonio con Trastorno Obsesivo Compulsivo de de tan metódico que es su temblor.
5 minutos y medio después,ya estás deseando, planeando y recogiendo todo lo necesario para cometer tu primer asesinato industrial.
6 minutos después, te ves perfectamente preparado para llevarlo a cabo.
6 minutos y siete segundos después, ves tu reflejo en el espejo; pelo pegado, pantalones cortos de estar por casa manchados, sin camiseta, chanclas recién sacadas del cajón del verano y comprendes que el día que tu cometas un asesinato (aunque sea industrial) lo harás con inteligencia, sagacidad y, por encima de todo, estilo, por lo que desistes y vuelves al (pseudo) trabajo entre temblores (externos) y sudores (internos).
¡Un abrazote!
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