viernes, 21 de marzo de 2014

21 / 03 / 14


Cornerrollo (casi) diario

Después de un par de semanas infernales, me propongo (¡y ni siquiera es fin de año!) continuar con el ritmo habitual de publicación del cornerrollo. Tengo pendiente acabar con las etapas vitales del hombre (el lunes atacaré la pre-vejez), pero hoy quiero hablar de la corbata.

No soy de los que tienen prejuicios corbateros. Para mí, la corbata no representa la opresión del  gobierno, la voluntad de las clases altas de distinguirse del proletariado o la intención de fundir el cerebro de los Jonas Brothers. 

Sin embargo,  siempre me ha llamado la atención por ser de las pocas prendas de vestir que no tiene ningún otro propósito más que el ornamental. Para el caso, lo mismo sería llevar colgado un calcetín del cuello mientras, eso sí, esté anudado con un elegante nudo Windsor y su color difiera del blanco, como bien nos pueden informar esos expertos en moda llamados porteros de discoteca.

Está claro que hay muchos ejemplos que podrían equipararse a la corbata. Si entramos en el (muy agradable) mundo de la lencería, es evidente que, por ejemplo, unos sujetadores sin copa, cuyo único objetivo es enmarcar (sugerentemente) los pechos, no tiene más intención que el de realzar una parte del cuerpo. Aun así, esta prenda tiene un objetivo preciso y para una ocasión (ocasiones) particular. Y si tengo que decir cuál es, es que no eres el fan de la lencería que yo creía. ¡Bien por ti!

Ahora es cuando podríais decir que la corbata tiene el mismo objetivo. Distinguir y proclamar la seriedad de, pongamos, un empleo, la posición económica de un individuo o las tendencias festivas de alguien con predilección por la asfixia auto erótica.

Podría ser. Pero el argumento queda algo cojo cuando observas que también se usa en bodas, banquetes, bautizos y tantas otras festividades solemnes donde, curiosamente, muchas veces acaba variando su ubicación original para terminar en (por orden de embriaguez) cintura, cabeza o bragueta.

¿Es entonces un símbolo de solemnidad, de posición social, de virtuosismo pornográfico? 

No lo acabo de tener claro. Pero lo que sí sé, es que todas mis dudas se disiparían si la corbata tuviera un objetivo prístino que me convenciera de su utilización.
Se me ocurre, por ejemplo, que podría llevar un clip en su extremo final para enlazar con la cintura del pantalón. Sería el nuevo mono-tirante (si alguien lo patenta…Me enteraré)

O mejor aún, teniendo en cuenta que la corbata tiene dos lados, el que queda de cara al público y el que contacta con nuestra curva de la felicidad, ¿qué tal dotar a este último lado de una banda rugosa y absorbente? La de servilletas y papel de cocina que se ahorraría el mundo. Por no hablar de esas horribles últimas gotas de orín que nunca acaban de ser expulsadas correctamente y que se adhieren con ganas a nuestra ropa interior.

Y como este muchos otros usos. Sujeta gafas, bolsillo externo para el móvil, manos libres para metro y autobús, espejito reversible, peine de emergencia, afilador de cuchillos, salva pezones, ambientador de cuello, anti estrés (con papel de burbujas al dorso)…

A la espera de que algo así aparezca, continuaré con mis dudas existenciales corbateras, que si bien no me amargan la vida, me hacen arrugar la nariz de vez en cuando.

¡Un abrazote!

P.D. Acertasteis. En las bodas mi corbata acaba en la bragueta.  

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