Todos estamos excitadísimos por las elecciones que se celebran en escocia, ese país que tanto nos importa y del que tanto conocemos. Cualquier ciudadano de a pie puede informarte de las maravillas que guarda, de su gente, de su cultura y de de estado citando a Sean Connery, a William Wallace, las gaitas y las faldas a cuadros.
No creo que a estas alturas nadie dude del pasotismo con que se viviría esta noticia de no ser por la consulta catalana.
Y como viene al pelo, más allá de lo que yo opine o deje de opinar sobre el caso (no me escondo, creo que la consulta se debería celebrar), lo que más me llama la atención es el alarmismo creado (por ambos bandos) para algo que ni siquiera es legalmente vinculante.
Para que se entienda. La consulta que se pretende tiene el mismo valor que una encuesta telefónica del CIS de esas que te despierta a las once de la noche para preguntarte tu opinión sobre las llamadas de políticos a programas de televisión.
Y sabiendo esto... Que si sanciones, que si tanques, que si suspensiones de autonomía, que si desobediencia civil...
¿Si usan todo esto ahora, qué recursos quedan para el hipotético momento en que se celebrara una votación real? ¿Bomba atómica? ¿Ébola? ¿Paquirrín lanzando mojones en scooter?
A ver si se calman los ánimos y dejamos de usar estos temas para desviar nuestra atención de los problemas que realmente la merecen.
¡Un abrazote!
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