Por tanto, todo humano que la recibe se ve imbuido por una necesidad vital de utilizarla, de explorar todas las posibilidades, de acabar con todas las reservas antes de tener que renunciar a él.
Lo mismo nos pasaría a nosotros. Un día te levantas y ¡Opla! me puedo hacer invisible. Pero sólo durante un día. Sí, podría pasarme el día en casa en pelotas sin perturbar a mi compañera de piso pero... ¿Ya está? No, hay que aprovecharlo al máximo. Me colaría en cines, en duchas femeninas, aprovecharía para cumplir venganzas largamente planeadas, le metería el dedo ensalivado en la oreja a Gallardón...
¡Todo lo que pudiera imaginar!
Pero al final, uno ha de pensar que sus acciones tienen consecuencias y que estas consecuencias llegarán el día en que el superpoder le abandone.
Así, con el tiempo, un empleado del cine vendrá a romperme las rodillas, el club de lucha libre femenino me esperará a la salida de casa con intenciones muy alejadas del erotismo y Gallardón enviará a su hijo para que me atropelle.
Esa, esa es la responsabilidad que el tío de Spiderman intenta inculcar, película tras película (ni muerto se calla el tipo), a su sobrino pajillero.
No hagas lo que no quieras tener de vuelta.
Desgraciadamente, es algo que los políticos no ven hasta que se acaba su carrera.
¡Un abrazote!
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