Hoy he sufrido un ataque de lo que vulgarmente llamamos "Burocratitis". Si, amigos, una dolencia común que todo el mundo ha de padecer a lo largo de su vida y cuyos síntomas más significativos son, por este orden, calma, modorra, paciencia intranquila, impaciencia, hartazgo, ira contenida, ira creciente y, finalmente, ira desbocada con tendencias homicidas.
Con el tiempo y las bofetadas, he aprendido que, como en el fútbol, no suelen ser los jugadores los que fallan, sino que es el sistema en el que se ven obligados a jugar. Eso, unido a los recortes, las mofas generales que han tenido que aguantar a lo largo del tiempo por ocupar un cargo que, recordémoslo, se han ganado, haberlo hecho tú, listo, y la mala leche que circula en el aire, no hacen sino ganarse mis más sinceras simpatías.
Dicho esto, también estaremos de acuerdo en que este sistema perverso ha creado, dentro de este grupo de sufridores, una categoría especial de individuo al que yo llamo, sin ser mínimamente espiritual, Satanás. Lo reconoceréis en el acto.
Su manera de indicar que ha llegado tu turno, es el mismo gesto que supongo en los Emperadores de la antigua Roma antes de tomar la decisión de premiar a los leones con una merienda cristiana y un yogurt. No pregunta, incide. Le molesta tanto el motivo de tu presencia como tu presencia corporal. Te muestra lo estúpido que eres y recibe las preguntas como un ataque de cimitarra que hay que esquivar. Acaba proponiéndote una salida que ambos sabemos no conduce a ninguna parte y, eso sí, al alejarte, deja entrever un par de esos colmillos a los que llama sonrisa mientras recibe a su próxima víctima.
Si lo veis, evitadlo. Vale la pena coger otro número y esperar 15 minutos más. Lo vale. De verdad. Si tienes que lidiar con él, no lo mires a los ojos. Como los osos, puede tomarlo como una afrenta. Baja el tono de voz. No te muestres simpático, tan solo eficaz. No has venido a hacer amigos. Asiente a todo lo que diga. Una vez. Dos significa pelea. Aguanta la respiración y elude las ofensas. Y así, quizás, sólo quizás, puedas conseguirlo.
¡Un abrazote!
P.D. Sí, era funcionaria y capulla. ¿Veis que fácil resulta separar el trabajo del tipo de persona?
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