Cornerrollo diario
Hay mucha gente que no sabe cómo se juega al “juego del agua” y es una
pena, porque además de divertido, rejuvenece y fortalece nuestro cuerpo y
nuestra mente.
Para empezar, sólo se necesita un calentador de más de 15 años con una
salida de gases defectuosa. En términos humanos sería el equivalente a una
noche gaseosa tras la ingesta de un buen plato de fabada, coliflor o cualquier
alimento con efectos nocivos (para los demás).
Las reglas son sencillas. Pierde el que se congela, quien se queda a medio
enjabonar o el primero que grita un improperio cuando desaparece el agua
caliente.
Para ganar, hay que tener una gran cantidad de habilidades que sólo se
adquieren con la práctica.
Primero: un excelente control mental del paso del
tiempo. Sabes que sólo tienes entre 3 y 5 minutos de agua caliente. Si lo
superas, manguerazo guantanamesco. Recomiendo realizar varias sesiones frente a
un cronómetro contando mentalmente para adaptar tu ritmo al segundero. Y no,
los elefantes y los Mississipis no sirven para nada.
Segundo: Control motriz que permita enjabonar cuerpo y pelo a dos manos.
Este es quizá, el punto más complicado, pues casi todos tenemos una mano
dominante, que enjabona a la perfección y otra que… dejémoslo en que frota de
manera desinteresada. Así que tendrás que elegir. Cabello graso o restos
jabonosos axilares.
Tercero y último: Una resistencia Siberiana al frío intenso. No puedo dar
consejos, pero yo e entreno en la sección de congelados del Mercadona, que
sería mi equivalente a las escaleras de Rocky. Si consigo que no se me
desprendan los pezones, estoy preparado.
Animaos y jugad. Es toda una experiencia. Y, en todo caso, también tiene
ventajas. ¿Quién no ha querido alguna vez hacer pompas de jabón con el sobaco?
¡Un abrazote!
P.D. Hoy toca pelo graso.
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