Cornerrollo diario
Si hablamos de Ikea, todo está dicho. Mentes mucho más privilegiadas que la
mía han desmontado con humor (juego de palabras Ikeariano) los puntos más
relevantes de esta institución al mueble asequible.
Como no soy cómico (preferí el curso
CEAC de guitarra) no voy a sacar más punta a un lápiz del que sólo quedan
centímetros. Sin embargo, sí puedo hablar en primera persona de un artículo. Lo
más parecido que he encontrado en su página web, es el Trömso. Y sí, si lo
estáis visualizando, se trata de una litera. Como sabéis, vivo en un piso
compartido, con lo que tu habitación se transforma en un mini piso.
Inocentemente, paseando por Ikea, encontré una litera con mesa debajo que
parecía cumplir todos mis deseos. Era, atención al dato, de matrimonio. Y
dejaba una amplia mesa debajo.
¡Que grandeza! ¡Qué belleza! ¡La solución a mis problemas de espacio! Gran
error.
Primero, porque en vez de Trömso, Skäargard o albóndiga, debería haberse
llamado la cama del virgen.
Pasando por encima de la pesadilla del montaje, la primera noche comienzas
a comprender la magnitud de tu equivocación. Si no se ancla la cama a la pared…
¡Se mece! No hablamos de pequeños movimientos imperceptibles, no, hablamos de
estar en una hamaca colgada entre palmeras. A algunos puede parecerles un buen
modo de conciliar el sueño, pero aseguro que nunca había tenido tantos sueños
de veleros, bergantines y piratas en los que la protagonista no fuera una bella
marinera, sino curtidos y viriles sinvergüenzas echando la pota por la borda.
Bueno, pues se ancla la cama y en paz, ¿no? Pues sí y no. El anclaje mejora
tu vida una temporada, pero en menos de un mes comenzarás a escuchar violentos
crujidos metálicos cada vez que te mueves. ¡Scranch! ¡Crunch! ¡Crash! Y te
levantas asustado pensando que han venido a violarte (qué puedo decir, tengo un
cuerpo para el deseo y un cerebro para…estas cosas que hago).
Y estamos hablando de una sola persona. Imaginad que traéis compañía. Sí,
lo que debería ser un erótico juego de placer y sensualidad, se convierte en
una sesión más parecida al sado masoquismo, donde los gemidos se fusionan con
los golpes en la pared, los chirridos metálicos y la idea de que esto tiene que
terminar de forma expeditiva. Pim, pam, Crush y a otra cosa.
Y si ya me cuesta convencer a alguien para que venga a casa, no veáis lo
difícil que resulta convencerla para que suba desnuda una escalerilla propia de
una instalación de antenas.
Podría extenderme días y días, pero lo dejaré por aquí. Recordad, si
vuestro objetivo es crecer y multiplicarse, o si sólo eres un viciosillo ¡apártate
del Trömso!
¡Un abrazote!
P.D. Con tanta sueca que ha cruzado mis más perversas imaginaciones, nunca
pensé que sería una metálica la que me acabaría jodiendo.
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