Cornerrollo diario
En general, no suelo acudir a las salas de Versión Original. Y no es porque
me dé pereza leer durante una pieza creada por y para el disfrute visual (esta discusión daría para jornadas
completas) sino porque me da miedo encontrarme al Homo Yolosetodus.
Hay muchos elementos que me llevan al cine. Me atrae lo que he leído del
argumento, me la han recomendado, el cartel es molón o sé de buena tinta que en
ésta, la protagonista se desnuda (lo sé, machismo con patas, soy débil. Pero
que sepáis que también defiendo, e incluso abogo, por un desnudo integral masculino
de buen ver, y sin justificación alguna de guión, en cada película)
Sin embargo, el Homo Yolosetodus, desde ahora el Plasta para abreviar, se
ha estudiado todo lo sabido y por saber de la película. Desde la marca de los
calcetines de los figurantes con frase, a los significados metafóricos de las
uñas pintadas de rojo sandía de la protagonista. Y no me importaría un
pimiento, aunque encuentro que visionar cine de este modo le quita todo el
encanto a la cinta, si no fuera porque debe hacérselo saber a todos los demás. Y
cuando digo a todos, es a todos con mayúscula, que se escribe así. TODOS.
Puedes tener mala suerte y encontrártelo tras de ti en la cola para comprar
entradas. Utiliza una tosecilla que se te mete en el cerebro para iniciar su monólogo.
Un Ejem, Ejem, que precede al inicio del espectáculo. Puedes probar a
descomprimir tus oídos desencajando la mandíbula una y otra vez para tratar de
reducir el impacto sonoro, pero lo único que conseguirás es que te confundan
con alguien con disminución psíquica severa o un mimo entrenando fuera de
horas. Aún así, su voz se introducirá en ti, forzará la entrada a lo bruto
iniciando una violación cerebral sin lubricante. ¿Sabías qué…? ¿En realidad el
actor…? ¿Lo que quiere decir es que…? Y no puedes luchar ni llamar al personal
de seguridad del centro comercial, primero, porque si pesa y corre más que una
abuela, no pueden ayudarte, y segundo, porque ser un plasta no está (aún)
penado por la ley.
La historia continúa durante la sesión de anuncios y tráilers, y se hace
épico a mitad de la película cuando sigues oyendo en susurros (sí, es una
violación cerebral de larga duración), plano secuencia, música diegética, quince
tomas…
Y cuando crees que por fin ha terminado todo, las luces se han encendido,
la película no te ha gustado una mierda no porque sea mala, que puede serlo,
sino porque ese Plasta te la ha chafado, ¡BUM! Empiezan las conclusiones en el
trayecto que va de la sala hasta la salida.
En fin, no todos los cinéfilos son plastas, pero, desgraciadamente, todos
los plastas son cinéfilos.
¡Un abrazote!
P.D. Aviso: Si te
encuentras al Homo Yolosetodus, no intentes razonar. Acabarás cansado, molido y
violado (cerebralmente). A menos que te guste el sado. Entonces, mejor que un
látigo.
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